sábado, 9 de julio de 2011

La dueña de mis letras



Por: Christiane Garza

Creo en ella y sigo su curso
sin saber dónde voy cuando ella me guía.
Mi compañera a solas y mi eterna poesía,
llega a mí y simplemente juega, salta y vuela.

Mas hay en mí un limitante,
una pared que se alza no sé en dónde,
que se posa y se hunde en mi garganta
y enmudece mi voz cuando ella se ríe y se mofa.

Goza moviendo cada fibra de mi cuerpo
y lloro y me duermo en mi letargo cuando ella,
saliendo de un mundo mágico de extraños,
hace maravillas y luceros en cada estrofa.

Me levanto y lucho
contra confusiones e inocentes perdidos
y ella sigue provocando a toda costa, a cada instante,
la revuelta de mi alma, sin sentido.

Es mi verdugo y mi añoranza;
se cobija entre las lágrimas de mi risa, sin saber
que voy a mi corriente y la corriente de su cauce
no siempre va contra la mía.

¿Qué haría yo sin su presencia
ya en la calle, ya en la vida, ya en mi alma;
sin mi musa, sin violines y sin melodías de luz?
Jornalero que crees en tu trabajo
y le rindes cuentas claras pensando en tu gloria,
dime qué harías tú bajo el yugo de su espada.

Yo fabricaría sueños y fundaría ilusiones;
los deseos brincarían de alegría en mi mundo de algodón;
las doncellas, zapatillas y el humo no existirían,
sólo ella estaría en la fachada que he pintado... sólo ella.

¿Qué hago aquí? Le pregunto a mi amiga,
pues más que mi enemiga es amiga sin conocer.
Me responde entre notas, rima y banda sonora
que sueño mares y gotitas de arena en mi cabeza.

Limpio las tinieblas de mi mente
con su pañuelo dulcemente acobijado en mis entrañas.
Me acorrala y me presiona el corazón
y así me da una puñalada hermosa, tibia, calma.

Puedo estar lejos y ella sigue ahí
cómo un Dios que está allá arriba, en el que creo.
Y cada que me elevo con suspiros hechos trizas,
se funde en los volcanes de mi umbral, de mi deseo y mi concierto.

¿Será que tengo ojos de ilusiones?
¿O será que con sus manos toca mis latidos?
Busca y encuentra sentimientos tan profundos y ruidosos
en los bullicios del citrial que hay en mi calza.

Si pecados hay en mí,
mi pecado es tratar de poseerla.
O, más bien, quererme parecer a su coraza
o a las hadas que provoca siempre cuando escucho sus pisadas.

Esa que ha nacido desde el fondo de las bóvedas humanas,
esa que el rico y el pobre llevan,
esa que en los ancianos es signo de esperanza
y en mí, es princesa coronada con laureles.

Esa que es principio y fin de mi universo,
que sólo Dios tan perfecto pudo plasmar su copia en ella.
Ella, que es capaz de transportar el cargamento más preciado
que en cada siervo sometido a su condena es diferente.
"Música" se llama la dueña de mis letras.

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